jueves, 17 de junio de 2010

AGUAS CURATIVAS


AGUAS CURATIVAS
COMO APROVECHAR SUS PODERES PARA RECUPERAR
LA SALUD Y PREVENIR ENFERMEDADES

Actualmente millones de enfermos se dirigen a Lourdes y otros sitios en los que existen manantiales de aguas curativas, para sumergirse en ellas y recuperar así su salud. Muchos científicos consideran que la superstición es la motiva estas peregrinaciones, pese a que los testimonios confirman la eficacia de las "aguas milagrosas".


Desde que el hombre comenzó, en la remota antigüedad, a buscar remedios para la enfermedad que lo aquejaban, ciertas aguas -extraídas de sitios especialmente señalados como altamente energéticos- se convirtieron en la panacea obligada de innumerables culturas. La Europa anterior a la Era Cristiana, huérfana de otros medicamentos para combatir dolencias, producidas generalmente por la mala alimentación y las condiciones insalubres de la vida cotidiana, fue el vasto escenario en el que proliferaron los primeros manantiales de aguas milagrosas.
Teniendo en cuenta lo señalado, algunos historiadores de la Europa anterior al Imperio Romano -especialmente la región de las Galias- han sostenido que los hombres que la habitaban por entonces poseían una ciencia, posteriormente olvidada, que les permitía conocer las virtudes de las tierras y especialmente de las aguas. Incluso se sabe que los romanos, en la época de su expansión, utilizaron profusamente los manantiales curativos de las Galias, costumbre que los invadidos transmitieron a sus invasores.
Lo que está fuera de toda duda es que los galos del período mencionado estaban al tanto de estos conocimientos sobre las virtudes de las aguas, fruto de la herencia que pueblos anteriores a ellos les legaron. Una prueba acabada de esto es que la mayoría de los monumentos megalíticos que cubren el suelo de Francia, anteriores en varios siglos a la Era Cristiana, marcaban meticulosamente la ubicación de manantiales curativos. Varios de ellos, aún en la actualidad, siguen prodigando sus aguas.
Hay que enfatizar que en muchos casos no se trataba de manantiales que se encontrasen en la superficie, sino de vertientes subterráneas a las que había que buscar por medio de métodos complementarios. Ya los galos, por ejemplo, realizaron este tipo de perforaciones para conseguir agua, de acuerdo con las investigaciones realizadas en las fuentes saladas cercanas a Saint Pere-sous-Vezelay, en los pozos de Chartres, los de Chalice Wells y tonbury.
En lo relativo a los pozos de agua saladas, es indudable que los galos sabían que con frecuencia estas corrientes tenían virtudes curativas (por ejemplo para aliviar los síntomas del reuma). Un especialistas en historia antigua ha señalado que "hay que confesar que la ciencia moderna ya no sabe encontrar esas aguas curativas, puesto que todos los manantiales que utilizamos actualmente deben el conocimiento de sus emplazamientos a indicaciones antiguas y a tradiciones". Una de esas fuentes se encontraba en un lugar que varios siglos más tarde iba a convertirse -nuevamente- en la Meca de las peregrinaciones. Nos referimos a Lourdes, al que un especialista en etimologías le ha descubierto la partícula "ur", que en vasco significa, precisamente, agua.


Las aguas de Lourdes


La historia de las aguas milagrosas de Lourdes es remota pero recién en el siglo pasado comenzó a ser registrada cuidadosamente. A partir del momento en que la pequeña Bernadette Soubirous hizo brotar agua accidentalmente, al cavar en el suelo de la gruta a mediados del siglo XIX. A partir de ese momento millones de personas han acudido al santuario para probar las virtudes del manantial. Según estudios realizados, la fuente vierte -desde 1858- unos 122.000 litros de agua por hora. De la misma manera que en otras vertientes famosas, se ha verificado que el agua en cuestión es potable, de buena calidad, carente de poder radiactivo o bactericida y que según los informes químicos "no posee la más mínima propiedad terapéutica". Sin embargo, son miles las curaciones que han tenido lugar luego de que los pacientes, en muchos casos desahuciados, tomaron o se bañaron en las aguas de Lourdes.
El personaje femenino de una novela de Emile Zola, precisamente viajó a Lourdes para retornar agonizante a París. Sin embargo, se ha constatado que la mujer en quien se inspiró para hacer el relato -su nombre real era Marie Lebranchu- llegó a la gruta afectada de tuberculosis pulmonar y se curó en la piscina de Lourdes el 20 de agosto de 1892. Recién murió 28 años más tarde en Angers, y de otra enfermedad. Otro literario que dedicó unas líneas al santuario y sus aguas milagrosas fue Huysmans, quien escribió: "No puede atribuirse a los sacerdotes de la gruta el haber inventado el comercial aberración que suponen los caramelos y pastillas elaborados con agua de Lourdes".
Pese a ello, el manantial siguió curando enfermos de todo tipo, según es constatado desde hace más de un siglo por la Oficina de Comprobaciones que funciona en el controvertido lugar. Siguiendo los estrictos dictados de la Iglesia Católica en cuestión de milagros (se sabe que los prelados son renuentes a considerar milagrosa cualquier cura, con lo cual se parecen bastante a los científicos más ortodoxos), siete curaciones fueron catalogadas como "divinas" en 1858. Entre ellas el niño de dos años Justin Duconte Couhohorts que llegó en estado agonizante a Lourdes y revivió al ser sumergido en el agua. Cincuenta años más tarde, Justin integró el cortejo de favorecidos por el milagro de la gruta. También por esa época se verificó científicamente el caso de la señorita Moreau, ciega hacía años, que recuperó la visión luego de que le aplicaron sobre los ojos una venda empapada en el agua de la gruta.
Hay que recordar, asimismo, que el primer milagro constatado científicamente en Lourdes estuvo relacionado estrechamente con el agua que la pequeña Bernadette había descubierto poco tiempo antes. Se trató del caso de un obrero de las canteras de Picdujer que haba perdido un ojo por el impacto de una esquirla de sílex. Con la cavidad orbital infectada, se dirigió a la gruta y lavó la herida con el agua del manantial. En forma instantánea se curó su ojo y recuperó la visión, ante el asombro de los médicos que estaban presentes para fiscalizar el hecho. Uno de ellos, el doctor Ozous, conocido por ser un acérrimo adversario de los milagros que las gentes atribuían al agua de Lourdes, se convirtió a partir de ese día en un defensor a ultranza de las bonanzas del líquido curador.


El caso Tamburini


Para aquellos científicos empeñados en negar el fenómeno de las aguas milagrosas, los partes médicos que se encuentran en los archivos de la Oficina de Comprobaciones de Lourdes son un cachetazo a sus certezas. Veamos uno de ellos, referido a Juliette Tamburini, quien visitó la gruta en julio de 1959 acompañada por su enfermera, Isabelle Fabre de la Maurelle. El doctor Bouyala escribió lo siguiente:
"En el mes de julio de 1959, contando entonces veintitrés años de edad, la señora Tamburini acude a Lourdes con la peregrinación diocesana y viajando como enferma acostada. Se encuentra afectada de una osteomielitis del fémur izquierdo y su estado general es seriamente precario. Su dolencia procede del año 1948, cuando tenía catorce años. Durante los once anteriores, la muchacha había pasado larguísimas temporadas en distintas clínicas o en los pertinentes servicios de los hospitales. Había sufrido once intervenciones quirúrgicas y se intentaron numerosos tratamientos: antibiótico, vacunas, inmovilizaciones por enyesado, irrigación continua, etcétera. En el momento de su peregrinación de 1959, la hemorragia que la muchacha sufría era tan abundante que necesitaba uno o dos vendajes diarios. Durante su estancia en Lourdes, se le aplicó en el drenaje una dosis de agua de la gruta atendiendo a su propia petición. Calcúlese nuestra sorpresa al encontrarnos al día siguiente con una úlcera perfectamente curada, carente de supuración, con la mecha de gasa expulsada y el conducto cerrado. No ha vuelto a abrirse desde entonces, y las hemorragias nasales han dejado de manifestarse. La muchacha ha podido emprender una vida normal, se distrae ocupándose de un grupo de pequeños exploradores y trabaja como ayudante en un hospital. ha llegado a engordar hasta diez hilos. La curación ha sido comprobada por la Oficina Médica de Lourdes anualmente, desde el año 1960 al de 1963, y por la Comisión Médica Internacional en su sesión del 3 de mayo de 1964.
Considerada la espontaneidad, lo repentino y el carácter definitivo de esta curación, contando ya con seis años sin que nada la desmienta y obtenida al margen de todo tratamiento científico, todos los médicos admiten unánimemente su imposibilidad de facilitar la menor explicación que la haga comprensible desde el punto de vista facultativo".
Hasta aquí el parte científico de un médico honesto, más empeñado en respetar la verdad de los hechos que acomodarlos a los dictados de sus prejuicios.


¿Una cuestión de fe?


La pregunta que cabe formular frente al fenómeno que nos ocupa es qué forma un agua que no contiene diferencias sustanciales con otra ha curado enfermedades consideradas incurables por la ciencia médica. Es en este punto cuando debe comenzar a plantearse la cuestión de la fe, esa que mueve montañas según el antiguo proverbio ello podría confirmar, por cierto, una innumerables cantidad de casos, no sólo de Lourdes sino de tantísimas manantiales que en todo el mundo son visitados diariamente por los peregrinos. Está absolutamente comprobado el poder curativo de la fe, ya sea que esté depositada en las virtudes del agua de una fuente o en cualquier otro elemento que comunique al creyente con la divinidad. Sin embargo, la fe no puede explicar acabadamente el caso de miles de personas que han sido curadas por aguas provenientes de distintos sitios sin ser consciente de ello. En todo caso habría que explicar el fenómeno en virtud del poder de la fe de los familiares o amigos que agotan todos los caminos para salvar a una persona que ha sido desahuciada por la ciencia médica. En este sentido cabría postular una interacción psíquica que se potencia cuando más personas participan en la obtención del agua, por quedarnos acotados en el tema que nos ocupa.


El agua de Tlacote:


En el año 1995 ocurrió una estampida de enfermos deseosos de encontrar en México alivio para su salud. El tema del agua de Tlacote, México, puso en vilo a un sector de la sociedad argentina, aún cuando en el propio lugar de origen la gente ya había comenzado a darle la espalda. En tal sentido cabe aclarar que en todas las fuentes de aguas milagrosas del mundo entero, tanto en la antigüedad como en el siglo XX, se ha producido un proceso similar: épocas e que se organizan peregrinaciones, seguidas por períodos en que los manantiales son olvidados por los creyentes. Ni siquiera Lourdes ha escapado a esta regla. El motivo parece residir en que el poder curativo de las aguas no parece ser estable en el tiempo, por lo cual cabe preguntarse qué otros factores influyen. Otra de las razones es que agua no cura a todos lo que lo toman o se bañan en ella. Los defensores del poder milagrosos de las aguas, sostienen que si algunas personas pueden escapar gracias a ellas de una muerte segura resulta inhumano privar a los enfermos de esta panacea.
En lo que respecta al agua mexicana de Tlacote, uno de los especialistas enfatiza que ella estabiliza la sangre. A los que se oponen señalando que no está comprobando que el agua en cuestión tenga algún poder curativo, hay que recordarles -como dijimos enteramente- que tampoco el agua de Lourdes tiene alguna facultad terapéutica comprobada pese a lo cual curas se producen.


Que decían los antiguos


Ciertas aguas, pese a que en apariencia con idénticas alas que todos los días vierten nuestras canillas, poseen virtudes cuyas características desconocemos. Los antiguos, como ya señalamos al comienzo de esta nota, estaban al tanto de esto y sabían en dónde perforan para encontrar los manantiales milagrosos. Por otro lado, infinidad de leyendas de pueblos muy distantes entre sí, narran episodios vinculados a ciertas fuentes milagrosas, en donde los héroes eran bañados de pequeños para adquirir poderes especiales. Aquiles, el legendario griego de los poemas homéricos, fue sumergido en las aguas de un manantial y lo único que no fue tocado por el líquido milagroso -su talón- quedó fuera del sortilegio. Precisamente fue allí donde los enemigos dirigían sus flechas, hasta que finalmente le dieron muerte.
El conocimiento de las virtudes de este líquido estaba relacionado con un saber que comprendía, además, la aceptación de las leyes cósmicas que regulan la armonía entre los elementos. Ciertas aguas, entonces, poseían virtudes terapéuticas no es razón de sus componentes, sino en el sitio en el que confluían cualidades de tierra y fluidos espirituales que la hacían especial. Las reglas para encontrar esos lugares se han perdido, o por lo menos ya no con el dominio público, como si en algún momento de la historia se hubiera producido una ruptura entre el pasado y el futuro. Los manantiales que no se secaron o que no fueron ocultados deliberadamente se mantuvieron por muchos siglos como centro de peregrinación.

En alguna oportunidad, como si se tratara de una inspiración divina (tal el caso, por ejemplo, de la gruta de Lourdes), alguna personas hicieron brotar los antiguos manantiales, cuyas propiedades se conservan intactas. En ese contexto, no sería extraño que Tlacote haya sido en la remota antigüedad precolombina un lugar de culto de las civilizaciones que entonces moraban en América. Las curaciones espontáneas de las que da fe el pueblo, aun cuando ahora hayan disminuido, tuvieron por escenario el sitio donde muchos extranjeros -entre ellos los creyentes argentinos- han ido a buscar el agua milagrosa. Una cosa es segura: la ciencia todavía carece de herramientas para explicar el fenómeno.

4 comentarios:

Paquita Pedros dijo...

Muy interesante entrada de las aguas curativas
un beso

Tita la mas bonita dijo...

Un deleite y un placer seguir tu blog!
Un Besito Marino!

La Gata Coqueta dijo...

A parte de tomar el agua de los diferentes sitios que tengan poderes curativos, en casa siempre la hemos tomado de fuente algo que cuando hay que cambiar por no se encontrar en el mismo sitio la echamos mucho de menos por no saben a nada y no tienen cuerpo hablo ahora de las de botella, la diferencia es bastante notoria.

Un abrazo de caricias

Marí

Rebecca Rosenbaum dijo...

hola Ani,
sabes qué? el mes pasado le pedí a mi párroco que me diera un poco de agua bendita, porque el barrilito de la iglesia estaba vacío. entonces él le pidió al hermano que lo acompana en las misas que buscara una botellita de agua bendita. El hermano se fue en búsqueda de lo pedido, y a su regreso trae una pequenita botella, se la da al párroco y el párroco me la coloca en mi mano diciéndome:

-Tiene Ud fe?
-Yo le contesto: Si, mucha fe
-Entonces esta agua de Lourdes la curará, pero debe utilizarla solo con carácter religioso.

Y asi lo hago.
Contigo me entero leyendo tu escrito lo buena que es el Agua de Lourdes.

Yo te digo algo Ani: desde ahora le tendré más fe a mi agua de Lourdes.

Gracia por este reporte.
un fuerte abrazo^^